+ 34 977 317 111 adiveter@adiveter.com

Fuente: PORTAL VETERINARIA

www.portalveterinaria.com

Fecha: 12 de Marzo de 2024

Autores: Lara Ruiz y Antonio González-Bulnes

Actualmente, la producción porcina se basa en la implantación de sistemas más eficientes (técnica y económicamente), en la mejora de las instalaciones y en la selección genética de animales más eficientes y resilientes en los que se optimiza al máximo la nutrición, el manejo y el control de enfermedades. Además, estos sistemas de producción necesitan optimizar su eficiencia y sostenibilidad y reducir su impacto ambiental. La actividad en las granjas se lleva a cabo de acuerdo con los parámetros más exigentes, asegurados a través de una estricta evaluación y trazabilidad del bienestar y la salud de los animales y la calidad y seguridad de los alimentos para el consumidor.

Sin embargo, estas fortalezas son, a la vez, la fuente de las mayores debilidades en nuestro esquema de producción. De hecho, la intensificación de la producción en instalaciones de gran tamaño, la uniformidad genética a través de una selección intensa y el mantenimiento de buenas condiciones de salud con baja exposición a enfermedades son factores que pueden facilitar que una población particular de patógenos se multiplique y se propague en un momento determinado. Tradicionalmente, la estrategia era el tratamiento con antimicrobianos. Actualmente, se restringe la administración de estos tratamientos ya que el uso excesivo de antimicrobianos está significativamente relacionado con la aparición de microorganismos resistentes, lo que provoca un gran riesgo para la salud tanto animal como humana.

Así, hoy día, existen dos factores concurrentes que hacen necesario el desarrollo de medidas preventivas para evitar la instauración de enfermedad en nuestros animales: la emergencia o reemergencia de enfermedades infecciosas altamente infectivas (y hemos de destacar, entre ellas, PRRS y PPA) y la disminución en el uso de antimicrobianos tradicionales.

Bioseguridad: una alegoría de una confrontación real

Si usamos una alegoría para esta situación, la capacidad de nuestros animales (nuestro ejército) para enfrentar los patógenos emergentes (el enemigo) se ve perjudicada por las exigentes condiciones del entorno actual de producción intensiva (el campo de batalla) y la baja resistencia y resiliencia de nuestro ejército debido a la influencia de una estricta selección genética y una baja exposición a enfermedades con falta de disponibilidad, además, de un potente armamento como eran los antimicrobianos. En este nuevo escenario, las primeras acciones, continuando con nuestra alegoría, deben apuntar a una adecuada y certera vigilancia y blindaje del campo de batalla, para mejorar las posiciones y para la prevención y alerta temprana de las maniobras enemigas.

Entre los mecanismos de vigilancia y blindaje del campo de batalla podemos destacar como fundamental la implantación de estrategias de bioseguridad, es decir, reforzar nuestra posición y evitar la entrada y ocupación de nuestros enemigos. Bioseguridad es un concepto actual pero no es un concepto nuevo; la Organización Mundial de Sanidad Animal (fundada como Oficina Internacional de Epizootias, OIE) ya difundía en 2010 un manual en que definía bioseguridad como la implementación de medidas que reducen el riesgo que agentes infecciosos sean introducidos y diseminados en una granja, área o región. Las circunstancias actuales son las que han puesto encima de la mesa la necesidad perentoria de implementación de esas medidas.

La implicación del personal: el mayor punto crítico

En el manual de la OIE del año 2010, se remarcaba para el éxito de las medidas de bioseguridad, la necesidad de que todas las personas involucradas lleven a cabo un conjunto de actitudes y comportamientos en todas las actividades en que realicen en su trabajo. Actualmente, en el año 2024, este sigue siendo el mayor punto crítico en el establecimiento y éxito de un programa de bioseguridad, a nivel local en una granja o a nivel global en una empresa, región o país: la implicación del personal.

La implicación del personal es tan crítica que determina que granjas que realicen un esfuerzo y una inversión importantes en bioseguridad, con implantación de todas las barreras posibles, serán deficientes en bioseguridad si tienen personal con falta de formación o de interés. Por el contrario, granjas con poca inversión en instalaciones e incluso sin barreras físicas de bioseguridad, pero con un personal concienciado y formado pueden convertirse en granjas con buena bioseguridad.

Así, en función de la implicación y formación del personal, y de los responsables del personal, podemos diferenciar dos tipos de granjas. En términos coloquiales podemos definirlas como granjas “no creo en la bioseguridad” y granjas “totalmente concienciadas en bioseguridad”.

Granjas totalmente concienciadas en bioseguridad

Empecemos por lo más amigable: granjas totalmente concienciadas en bioseguridad. En principio, tienen todos los aspectos de bioseguridad bien controlados o tienen voluntad de hacerlo de forma inmediata, ya que van a asimilar e integrar en su protocolo de actuación cualquier aportación o cualquier novedad en todos y cada uno de los aspectos relacionados con la bioseguridad. Sus responsables  y su personal conocen y aplican los principios y protocolos de bioseguridad y son proclives a actualizar sus conocimientos e implementarlos en la rutina de trabajo diaria.

Fácil trabajar con ellas pero, a la vez, fácil de fallar en ellas: el problema es el exceso de confianza. Como todos sabemos, el riesgo cero en bioseguridad, como en todo, no existe. Un patógeno puede entrar en la granja en cualquier momento y provocar un brote de enfermedad. El problema principal radica en no saber asumir esta coyuntura ya que, para una persona comprometida y concienciada que está desarrollando una bioseguridad excelente en su explotación, la aparición de un brote de enfermedad supone una auténtica frustración y desmotivación.

La postura adecuada es el análisis objetivo de la causa y su remediación para mejorar en cada proceso; sin embargo, frecuentemente, aparece el desánimo y la falta de creencia. Y eso es un problema que debe atajarse inmediatamente, porque una granja “totalmente concienciadas en bioseguridad” puede pasar a ser una granja “no creo en la bioseguridad y encima he perdido tiempo y dinero para nada”; la peor clasificación posible.

Granjas no creo en la bioseguridad

Poco amigable; granjas no creo en la bioseguridad. Para definirlas gráficamente, son esas granjas en las que nada más llegar el dueño o responsable te recibe con “yo no creo en estas cosas”, “esto son chorradas” o la frase estrella “aquí lo que tenéis que hacer es venir siempre los lunes y con los camiones bien limpios y desinfectados y no traerme ninguna enfermedad”. Esta situación era mayoritaria hasta hace poco tiempo y era prácticamente imposible trabajar con estas personas. Afortunadamente, la bioseguridad es un concepto que se va extendiendo en el sector y este rechazo es menor o más fácil de revertir porque cada vez la bioseguridad tiene más argumentos -como granja, como empresa y como sector- y cada vez es más fácil desmontar estas antiguas posiciones con buenos argumentos y con conceptos y medidas fáciles de explicar y entender.